Rectitud cacareada
¡Qué tristeza ver ciertos comentarios en redes sociales! Consideradas un espacio de total libertad, las personas escriben lo que quiera, sin responsabilizarse por las palabras ciertas o mentirosas que vierten en ellas. Muchas veces se percibe el claro deseo de figurar, que se hable bien o mal pero que se hable, ser tendencia, ser visible.
Hoy en día, parece que causa un placer indescriptible escandalizarse e indignarse; y por supuesto, exponerlo en los espacios digitales. Pero claro, se hace a través de comentarios ofensivos que incendian los espacios, con consignas moralistas poco pensadas y argumentadas, únicamente queriendo imponer conceptos personales y muchas veces obtusos.
Cada cual critica y se rasga las vestiduras en los más variopintos temas; como conocedores de todas las respuestas, están a la caza de cualquier error o gazapo que cometa otro para salir como los defensores de la “rectitud”; pero lo que nadie se da cuenta es que, la rectitud es un valor -o una virtud como cada uno lo quiera ver- propio para cada uno; lo que quiere decir seguir las reglas o normas que cada uno considera inalienables e inviolables.
Por ese carácter personal, de la rectitud no se ufana, se la vive. No se puede presumir la rectitud y pretender que los demás la vivan de la misma manera que lo hace cada uno, porque en ese momento uno se convierte en un crítico de los demás que ya es bastante peligroso y dañino; para luego pasar a ser juez: el que decide lo que está bien o mal, quien merece una lapidación o una ovación en forma de mensaje público. Y en este punto, si ya no hay remedio porque lo que pasa luego de eso es que uno se convierte en dictador: solo lo que yo digo es lo que vale y por eso tengo derecho a exportarlo como sea y por donde sea.
No se puede pretender que todos vivan bajo las mismas normas, valores o principios. Cada persona de acuerdo con sus circunstancias establece esos cánones que le permiten vivir de forma equilibrada en la sociedad. Uno puede exponer su punto de vista o compartir una opinión, siempre que partan del respeto y de la asertividad de las palabras, más aún en las redes sociales donde se comparte espacios con millones de personas, cada una con sus individualidades y sensibilidades.
Es lamentable darse cuenta de que vivimos en una sociedad digital farisaica, donde los individuos solo se preocupan por el qué dirán, por conseguir likes o seguidores; y que, ante los problemas sociales, que son muchos, antes de dolerse genuinamente de ellos e inclusive pensar en cómo mejorar la situación de una manera efectiva, desde el compromiso propio; se ponen a confabular cómo valerse de ellos para alcanzar una mayor notoriedad, aunque sea siendo el mártir de cualquier cruzada.
Fuera bueno tomar conciencia de que cada palabra que decimos o publicamos nos hace esclavos, nos exige más de lo que exigimos. Si únicamente nos fijamos en las cosas malas, en los defectos de los demás y los hacemos visibles, cualquier espacio de diálogo se vuelva tenso y negativo. Si realmente queremos influir o provocar un cambio, en el tema que sea, se debe hacer a través de una suma de valores como la tolerancia, el respeto irrestricto o la empatía. Todos podemos aportar de una manera u otra para alcanzar una sociedad más humana antes que más digital.
Atte.
Irene González
Hoy en día, parece que causa un placer indescriptible escandalizarse e indignarse; y por supuesto, exponerlo en los espacios digitales. Pero claro, se hace a través de comentarios ofensivos que incendian los espacios, con consignas moralistas poco pensadas y argumentadas, únicamente queriendo imponer conceptos personales y muchas veces obtusos.
Cada cual critica y se rasga las vestiduras en los más variopintos temas; como conocedores de todas las respuestas, están a la caza de cualquier error o gazapo que cometa otro para salir como los defensores de la “rectitud”; pero lo que nadie se da cuenta es que, la rectitud es un valor -o una virtud como cada uno lo quiera ver- propio para cada uno; lo que quiere decir seguir las reglas o normas que cada uno considera inalienables e inviolables.
Por ese carácter personal, de la rectitud no se ufana, se la vive. No se puede presumir la rectitud y pretender que los demás la vivan de la misma manera que lo hace cada uno, porque en ese momento uno se convierte en un crítico de los demás que ya es bastante peligroso y dañino; para luego pasar a ser juez: el que decide lo que está bien o mal, quien merece una lapidación o una ovación en forma de mensaje público. Y en este punto, si ya no hay remedio porque lo que pasa luego de eso es que uno se convierte en dictador: solo lo que yo digo es lo que vale y por eso tengo derecho a exportarlo como sea y por donde sea.
No se puede pretender que todos vivan bajo las mismas normas, valores o principios. Cada persona de acuerdo con sus circunstancias establece esos cánones que le permiten vivir de forma equilibrada en la sociedad. Uno puede exponer su punto de vista o compartir una opinión, siempre que partan del respeto y de la asertividad de las palabras, más aún en las redes sociales donde se comparte espacios con millones de personas, cada una con sus individualidades y sensibilidades.
Es lamentable darse cuenta de que vivimos en una sociedad digital farisaica, donde los individuos solo se preocupan por el qué dirán, por conseguir likes o seguidores; y que, ante los problemas sociales, que son muchos, antes de dolerse genuinamente de ellos e inclusive pensar en cómo mejorar la situación de una manera efectiva, desde el compromiso propio; se ponen a confabular cómo valerse de ellos para alcanzar una mayor notoriedad, aunque sea siendo el mártir de cualquier cruzada.
Fuera bueno tomar conciencia de que cada palabra que decimos o publicamos nos hace esclavos, nos exige más de lo que exigimos. Si únicamente nos fijamos en las cosas malas, en los defectos de los demás y los hacemos visibles, cualquier espacio de diálogo se vuelva tenso y negativo. Si realmente queremos influir o provocar un cambio, en el tema que sea, se debe hacer a través de una suma de valores como la tolerancia, el respeto irrestricto o la empatía. Todos podemos aportar de una manera u otra para alcanzar una sociedad más humana antes que más digital.
Atte.
Irene González
Investigadora
Directora de Sinergia Literaria
igonzalez@abril.e
Directora de Sinergia Literaria
igonzalez@abril.e
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